Pitágoras, filósofo al que se le considera el padre de las matemáticas, entendió que todo el universo es matemática, geometría y energía atómica.

«El número es la esencia de todas las cosas. Esta concepción le permitió desarrollar una doctrina conocida como «misticismo numérico», la cual atribuía a los números un carácter sagrado cargado de propiedades místicas y simbólicas» (Atilano, n. d., p. 17).

El universo no se rige por emociones, sino por vibraciones, matemáticas y energía. En el cosmos hay un ritmo universal y los ritmos responden a números. Todo el cosmos está ordenado y sujeto a números y los procesos de la naturaleza están sujetos a ciclos que se pueden contar. Así, por ejemplo, tenemos: ciclos planetarios, ciclos lunares, ciclos estacionales, ciclo circadiano, ciclo de gestación, ciclos menstruales, etc.  

El lenguaje numérico ordena nuestra vida biológica y nuestra vida psíquica, así como la vida sistémica de la familia. 

En relación con el lenguaje numérico cabe distinguir su dimensión cuantitativa y su dimensión cualitativa. Desde la dimensión cuantitativa, los números se utilizan para calcular, contabilizar o representar cantidades; y desde la dimensión cualitativa, el número representa cualidades. Por ejemplo, el número dos, cuantitativamente, son dos unidades y a nivel cualitativo representa la dualidad, la unión de los opuestos o una confrontación entre dos fuerzas. En la comprensión del número desde lo cuantitativo, hay números positivos y números negativos. Sin embargo, desde lo cualitativo, lo positivo y lo negativo no equivalen a bueno o a malo, sino a la polaridad.